24 de julio de 2007

Sólo me queda...

(nada más que un trino de notas falsas)

Muñeco articulado policromo cuelga en la sombra de una tienda de antigüedades junto a la cabeza de una muñeca igualmente vieja pero con menos suerte que descansa con un ojo a medio cerrar.
Entre anestésicos tópicos y tiranervios camino Caupolicán abajo. Ofrezco insumos de tortura odontológica, anoto nuevos pedidos y entrego facturas.
Bombyx Mori suena en los audífonos igual a la calle que transito. Caupolicán abajo cruzando Salvador tiene sonido a casa vieja transformada y feria de antigüedades frente a taller eléctrico automotriz.
Una siútica y bellísima orfebre sale de su siútica y bellísima tienda para entrar en una fuente de soda sucia y rascuchenta como cualquier otra de Santiago pero que puesta aquí adquiere tintes pintorescos y aires bonaerenses.
Entro tras ella, no la alcanzo, se sienta muy rápido junto a un artista (hace grandes esfuerzos por parecerlo) que está sentado muy cerca de un mecánico que conversa con un viejito con pinta de restaurador de cuadros. Se parece a Bombyx Mori pienso y sonrío, me saco los audífonos, me siento.

- déme un shop por favor.

20 de julio de 2007

acá el presente no ha acontecido / acá el futuro se vive en su pasado

(hece tanto tiempo ya)
Seguramente, al entrar en el jardín de tu casa te darás vuelta y cerraras el portón de la pequeña reja, y, seguramente tendrás que levantarlo para que no haga ese desagradable ruido que los despertaría a todos.
Seguramente, al sentir la llave entrar, tu gata saldrá de la ventana que siempre se mantiene sin cerrar del todo, para que ella pueda salir y entrar cuando lo desee. Seguramente abrirás la puerta y al entrar deberás correr el “practico” limpia pies, que siempre estorba la puerta. Seguramente cerraras la puerta sólo después de mirar si ya me he perdido en la oscuridad.
Seguramente deberás encender las luces para echar una mirada y volver a apagarlas, porque el comedor es negro cuando esta sin luz, y, pasarás por el pasillo sin hacer ruido para no despertar a nadie.
Seguramente en el dormitorio de tu madre esté todo oscuro y que no haya ninguna luz a parte, de la que sale de la pieza de tu hermano al final del pasillo.
Seguramente llegarás con éxito a tu cama, sin hacer ni el más mísero sonido, te acostaras y al darte vuelta sentirás como tu madre abre la puerta y enciende la luz. Seguramente te gritara, seguramente te preguntara si las niñas decentes llegan a esa hora a sus decentes hogares.
Tú, sin levantar la voz le dirás que la hora no importa, que si alguna niña decente se quiere revolcar con alguien lo puede hacer a la hora que le plazca, y que, seguramente mañana lo volverás hacer.