12 de diciembre de 2007

killer

A Beto por la gentileza de ser mi hermano


Cuando en el último día de camino no pude dejar de pensar en los Touareg supe que había llevado demasiado lejos la envidia. Y aunque a ratos debíamos detenernos largo tiempo para que mi hermano se mirase el ombligo habíamos avanzado mucho más de lo que esperaba y logramos terminar el circuito en menos días de lo programado. Este viaje al Paine ha sido lo más lejos que he llegado y lo más cercano al encuentro de mi Patagonia interior, pero, ni remotamente se acerca a una historia para contar, es a la vez lo más decididamente literario que he hecho: cargo una pequeña bitácora del viaje y llamo desde antes a estas simples vacaciones “viaje”.
A todos los demás le es muy difícil relacionarse con mi hermano, él ha asumido la costumbre de mirarse el ombligo hace unos 10 o 12 años, lo digo en términos reales, no en sentido figurado o en tono metafórico, no intento hacer literatura. Mi hermano se pasa el tiempo mirándose el ombligo y eso hace que el resto de la gente lo deteste. Yo en cambio, acepté desde el principio que a cada tanto deje olvidado al mundo y pase algunos minutos obnubilado con ese pequeño hueco en su vientre, para luego volver silencioso y serio al asunto al que se dedicaba antes del trance.
“Fijación con la niñez y extraña forma de llamar la atención” había concluido la psicóloga el día en que se negó a seguir atendiéndolo. “Manerita de cagarnos la vida” concluyó mi padre tomándolo como algo personal. Para mi nunca fue de otro mundo que se desconectara y para ser franco, el ombligo siempre me ha parecido curioso. Lo que encuentro realmente extraño es la relación que él establece con su gato, el animal lo observa fijamente y se convierte en una especie de guardián de la obsesión de mi hermano con su ombligo.
Además el gato se niega a relacionarse con el resto de la casa y a mí en particular me odia. Desde que llegó nunca ha dejado de mear mi pieza marcándolo todo como su territorio, diciendo de forma clara que no me quiere ahí. El odio que el gato me tiene, se manifiesta más claramente cuando se sienta junto a mi hermano a mirar el noticiario central, nunca ha permitido que me acerque a ellos en esa hora, si lo intento deja de ronronear, se engrifa y da zarpazos al aire que nunca llegan a destino, pues, nunca quita la mirada fija del televisor, como si entendiera y le interesaran las noticias de la tele.
Una semana antes de venir al Paine transmitieron la noticia de un gato gringo que anunció la muerte de decenas de pacientes terminales en un hospital. El gato gringo se acercaba y acompañaba al paciente cerca de una semana antes que éste muriese.
Como nunca antes el gato de mi hermano se me acercó y durante tres días durmió en mi cama mirándome a cada tanto con cara de satisfacción, dando por seguro el éxito de su faena. Dos días después nos vinimos, seguramente se decepcionará cuando me vea volver pasado mañana.
En este último día, camino al lago Toro, mientras él se mira el ombligo bajo una horizontal lluvia patagónica yo pienso cuán lejos estamos de Beltrán Mena y los Touareg. Recordé que envidio profundamente a Beltrán Mena, envidio la historia de su viaje por el desierto, su pasado de Noreste y la belleza de sus pequeñas columnas en el diario del domingo. Pero la sola imagen de mi hermano ya grande encorvado mirándose el ombligo tal como cuando niño, me causa una risa interminable que logra eliminar el recuerdo de la envidia.
Tirado en el suelo ya despreocupado por la lluvia que nos acompaña hace algunas horas reviso lo último escrito en la bitácora. Unas frases dichas por mi hermano dos noches antes, mientras medio dormido y muy agitado zamarreaba mi saco de dormir:
“- encontré que tengo un vacío, todos tenemos un vacío que nos conecta con la nada desde el momento de nacer”.
Ahora si que se deschavetó, me dije al momento de transcribir sus palabras y me reí, pero ahora que lo leo y lo miro adquieren otro sentido. Mi ombligo. Mi vacío, pensé, es el que ese tal Mena puede contar que cruzó el desierto del Sahara y que bailó alegremente con los Touareg mientras yo bajo la lluvia hago turismo convencido de hacer literatura.
Saco el lápiz y al mismo tiempo que mi hermano se va olvidando de su ombligo por un rato, escribo: visitaré a Beltrán Mena, lo seguiré desde su consulta hasta su casa o asistiré a alguna de sus cátedras en la Católica, seré su gato gringo lo acompañaré sin decir nada y morirá con el pasar de los días.

8 de noviembre de 2007

Les années bienhuereuses du châtiment



“There is no spoon” y Neo no entiende, no alcanza a comprender lo que el niño le trata de explicar, there is no spoon dice el pequeño calvo que dobla una cuchara con la mirada. Es que no tenemos talento y nos cuesta entender lo que está un poco más allá de los acotados datos medibles, empíricos. Por qué nos cuesta tanto entender que es tan sencillo como reconocer que ya perdimos y estamos derrotados en la “guerra educacional”, el profesor siempre ha de perder.

Es que si entre todos los “cómo, cuándo y qué enseñar-aprender” nos repetimos los para qué, las preguntas se vuelven interminables. Porque ¿para qué es que realmente aprendemos o enseñamos?, es al parecer imposible lograr una respuesta realmente honesta, propia, libre y el no tener un convencimiento que no se base en parámetros establecidos hace que seamos derrotados por el entorno adverso. Talvez en esa derrota del individuo frente al contexto esté una condición sine qua non de la práctica pedagógica. Porque ¿para qué es que realmente aprendemos o enseñamos?.

“Ceci n’est pas une pipe” y Magritte se ríe de nosotros, ya nada es nada. No nos queda una realidad a la cual aferrarnos ni experiencias reproducibles que reproducir… “there is no spoon”.

Debiésemos quizá contentarnos con nuestra experiencia particular irreproducible que nada tiene que ver con la de los demás, con nuestros “recuerdos inventados” como dice Villa-Matas, que intenta ser el más derrotado de todos los escritores contemporáneos, quien nada a grandes brazadas y con enorme técnica en este mar de la nada que nadea.

“Ya en esos días de colegio, era yo consiente de que en las aulas nos dedicábamos al simulacro de estudiar cuando en realidad todos, sin excepción, sabíamos que no había nada que aprender…” dice Villa-Matas. En cuanto a mí, recuerdo el periodo escolar como un largo tiempo en que no encontré un lugar donde estar.

29 de agosto de 2007

Juicio final


Entonces los muertos fueron juzgados,
de acuerdo con lo que estaba escrito en los libros
Ap. 20,12.

Mañana todos nuestros muertos se levantarán a tomar cerveza con los vivos y no podremos distinguir entre abuelo y nieto o víctima y victimario. Me sentaré a la mesa con mis abuelos y mis padres, quienes seguramente reprocharán mis faltas y enjuiciarán mis actos. Yo, tranquilamente les lanzaré mis escritos y los enjuiciaré por los suyos.

24 de agosto de 2007

Un poco de aire movido por los labios

No es fácil hablar sobre un amigo que ya no está en este mundo. Sin embargo, se tiene el consuelo de "escuchar con los ojos a los muertos" (Quevedo dixit). Cada vez que abro un libro suyo, siento que vuelvo a estar con él. Lo cierto, es que nos reuníamos con frecuencia en El Molino del Ingenio, a fines de los años ochenta. La casa de campo era silenciosa, charlábamos alrededor de dos grandes chimeneas hasta altas horas de la madrugada. Me leía ediciones hechas por él mismo. Recuerdo una en homenaje a Rene Char y a Elvis Presley. Solía recitar sus poemas a la medianoche, interrumpido apenas, por el incesante ruido de una cascada. Hacía traducciones de las canciones de Pink Floyd, para enviárselas a una sobrina en Concepción. Con frecuencia observaba a los gatos que jugaban en la galería. Luego dejaba impreso al reverso de algún sobre: "Amo a los gatos/ que apenas despiertan se abrazan/ para de nuevo abrazarse en otro despertar". Es el más genuino de los poetas que he conocido. Al releer su obra, pienso que su poesía es una emoción para ser recordada en la tranquilidad.

Francisco Vejar... recordando a Jorge Teillier

24 de julio de 2007

Sólo me queda...

(nada más que un trino de notas falsas)

Muñeco articulado policromo cuelga en la sombra de una tienda de antigüedades junto a la cabeza de una muñeca igualmente vieja pero con menos suerte que descansa con un ojo a medio cerrar.
Entre anestésicos tópicos y tiranervios camino Caupolicán abajo. Ofrezco insumos de tortura odontológica, anoto nuevos pedidos y entrego facturas.
Bombyx Mori suena en los audífonos igual a la calle que transito. Caupolicán abajo cruzando Salvador tiene sonido a casa vieja transformada y feria de antigüedades frente a taller eléctrico automotriz.
Una siútica y bellísima orfebre sale de su siútica y bellísima tienda para entrar en una fuente de soda sucia y rascuchenta como cualquier otra de Santiago pero que puesta aquí adquiere tintes pintorescos y aires bonaerenses.
Entro tras ella, no la alcanzo, se sienta muy rápido junto a un artista (hace grandes esfuerzos por parecerlo) que está sentado muy cerca de un mecánico que conversa con un viejito con pinta de restaurador de cuadros. Se parece a Bombyx Mori pienso y sonrío, me saco los audífonos, me siento.

- déme un shop por favor.

20 de julio de 2007

acá el presente no ha acontecido / acá el futuro se vive en su pasado

(hece tanto tiempo ya)
Seguramente, al entrar en el jardín de tu casa te darás vuelta y cerraras el portón de la pequeña reja, y, seguramente tendrás que levantarlo para que no haga ese desagradable ruido que los despertaría a todos.
Seguramente, al sentir la llave entrar, tu gata saldrá de la ventana que siempre se mantiene sin cerrar del todo, para que ella pueda salir y entrar cuando lo desee. Seguramente abrirás la puerta y al entrar deberás correr el “practico” limpia pies, que siempre estorba la puerta. Seguramente cerraras la puerta sólo después de mirar si ya me he perdido en la oscuridad.
Seguramente deberás encender las luces para echar una mirada y volver a apagarlas, porque el comedor es negro cuando esta sin luz, y, pasarás por el pasillo sin hacer ruido para no despertar a nadie.
Seguramente en el dormitorio de tu madre esté todo oscuro y que no haya ninguna luz a parte, de la que sale de la pieza de tu hermano al final del pasillo.
Seguramente llegarás con éxito a tu cama, sin hacer ni el más mísero sonido, te acostaras y al darte vuelta sentirás como tu madre abre la puerta y enciende la luz. Seguramente te gritara, seguramente te preguntara si las niñas decentes llegan a esa hora a sus decentes hogares.
Tú, sin levantar la voz le dirás que la hora no importa, que si alguna niña decente se quiere revolcar con alguien lo puede hacer a la hora que le plazca, y que, seguramente mañana lo volverás hacer.

27 de junio de 2007

3

… Los tragos y la agradable conversación (pero por sobre todo los tragos) de la noche anterior, lo incitaron a visitar otra vez al señor Rojas.

- Buenas noches, vengo a visitar al señor Rojas.
- Disculpe, pero el señor Rojas no vive aquí hace mucho tiempo. De hecho el señor Rojas ya no vive.

El autor encolerizado cerró la libreta negra donde escribía y la lanzó lejos.

- ¡No es posible!, otra vez me salió un cuento ridículo de la muerte. ¿Cómo no podré escribir sobre otra cosa?.

Nunca había tenido tanta rabia, ya no daba más. El autor en un ataque de histeria tomó un cuchillo y se lo enterró tantas veces que ya no pudo volvérselo a enterrar.

El autor encolerizado cerró la libreta negra donde escribía y la lanzó lejos.

- ¡No es posible que otra vez me haya salido un cuento ridículo de la muerte!. ¿Es que no podré escribir sobre otra cosa?.

26 de junio de 2007

accionar

Salgo, espero, subo, pago, empujo, avanzo, espero, bajo, pago, bajo, subo, empujo, avanzo, empujo, avanzo, espero, bajo, subo, subo, subo, camino.
Entro, presiono, espero, subo, subo, bajo, golpeo, entro, hablo, callo, habla, hablo, grita, grito, abro, salgo, cierro, presiono, espero, subo, bajo, bajo, salgo.
De vuelta en la calle. Liberado pero insatisfecho –creo que faltaron palabras- camino sin saber muy bien para donde seguir.

25 de junio de 2007

coordenadas

a Barrera y Almeyda
Busco.
Leopoldo Urrutia #1926: dirección escrita en un papel, confirmación telefónica: una cuadra hacia el oriente de Manuel Montt, casa kulczewki, verde de dos pisos. Hace años que no coincidíamos con mi compañero de ruta, doblé una esquina hace tiempo y no nos volvimos a cruzar. Cruzó el océano, crucé la calle, nos perdimos en el espacio, no coincidimos.

Camino.
Papel en mano, algo perdido miro las calles y después los números. Leopoldo Urrutia #1926, casa destruida. Busco a un amigo cuya casa ya no existe. Por teléfono insiste en la dirección, verde dos pisos. Quizá no sea el espacio.

Doblé
Hace algunos años una esquina, él mantuvo el sentido de la calle, nos extraviamos en el tiempo, no coincidimos.

maqueta

Viajo.
Maqueta: Salida corta para “recargar las pilas”, itinerario agendado, accionar conocido, viaje de mentira. Falsedad similar a las explicaciones del tópico del viaje, el crecimiento y la consolidación de héroe, la individuación. Esa interpretación no es más que la proyección de nuestros propios viajes de regreso programado.

El viaje no comienza sino hasta el fracaso total de ese regreso programado. El turista pierde, junto con su agenda, su condición de tal, comienza a transitar el itinerario de los perdidos y fracasados: la extra vía, el terreno blando y poco definido que está más allá del camino oficial.

El extravío es la esencia más profunda del viaje y el comienzo de éste es siempre involuntario, ese “soltar todo y largarse” tan deseado jamás es efectivo, son las cosas y las personas las que van soltando poco a poco al extraviado, el derrotado nunca da el impulso inicial. No es el viajante quien decide apartarse de la cotidianidad, el turista cara al sol y sonrisa de satisfacción es quien decide, él dice: ya me aburrí de esta mierda, me voy. Y es él quien vuelve una y otra vez a esta gran industria del vivir.

Camino.
De pronto siento que sería heroico dar un paso hacia el extravío, perderme, mirarme desprovisto y creer en que mañana… en que mañana… en que mañana. De vez en cuando creo que sería hermoso dar un paso hacia atrás y extrañamente camino lo más rápido, lo más derecho posible y tomo un trago riendo de como quería entonces que el tiempo pasara lo más rápido, lo más derecho posible. Hay días en que aborrezco mi constante estado de cobardía (ponerme de pie, entrar, salir, pagar, subir, bajar, ir) y me permito caminar levemente de lado, o de pronto cojeo. Hay días escasos en que me detengo. A veces salgo de vacaciones.