24 de agosto de 2007

Un poco de aire movido por los labios

No es fácil hablar sobre un amigo que ya no está en este mundo. Sin embargo, se tiene el consuelo de "escuchar con los ojos a los muertos" (Quevedo dixit). Cada vez que abro un libro suyo, siento que vuelvo a estar con él. Lo cierto, es que nos reuníamos con frecuencia en El Molino del Ingenio, a fines de los años ochenta. La casa de campo era silenciosa, charlábamos alrededor de dos grandes chimeneas hasta altas horas de la madrugada. Me leía ediciones hechas por él mismo. Recuerdo una en homenaje a Rene Char y a Elvis Presley. Solía recitar sus poemas a la medianoche, interrumpido apenas, por el incesante ruido de una cascada. Hacía traducciones de las canciones de Pink Floyd, para enviárselas a una sobrina en Concepción. Con frecuencia observaba a los gatos que jugaban en la galería. Luego dejaba impreso al reverso de algún sobre: "Amo a los gatos/ que apenas despiertan se abrazan/ para de nuevo abrazarse en otro despertar". Es el más genuino de los poetas que he conocido. Al releer su obra, pienso que su poesía es una emoción para ser recordada en la tranquilidad.

Francisco Vejar... recordando a Jorge Teillier

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